martes, 31 de agosto de 2010

DIVULGACIÒN CIENTIFICA

Desde los albores de la humanidad, la comunicación ha sido una de las necesidades más imperativas de cualquier grupo social sin importar su origen étnico o el lugar de la Tierra en el que vivan. Por su condición de ser racional, la transmisión de mensajes a sus semejantes ha sido, es y será una característica propia de la naturaleza del ser humano.



En ese contexto, es un hecho que prácticamente cualquier actividad desarrollada por el hombre requiere de una u otra manera de algún proceso o sistema de intercambio de información. Es por ello que signos, símbolos, palabras, imágenes, sonidos, canales y otros tantos elementos de la comunicación humana están presentes a todas horas en nuestra vida diaria.


Ahora bien, ¿qué sería de la ciencia y la tecnología si sus métodos, progresos, teorías, innovaciones e incluso errores no hubieran sido dados a conocer? ¿O si científicos e inventores por igual hubieran preferido no divulgar lo que sucedía en sus laboratorios y talleres? Evidentemente, es imposible imaginar un escenario de tales características, puesto que como se señaló al principio de este texto, la necesidad comunicar es algo a lo que el hombre difícilmente puede sustraerse, sobre todo si se trata de algo que puede cambiar el curso de la ciencia y la tecnología, como un invento o un descubrimiento, incluso a costa de su propia vida (tal y como ha sucedido en diversos episodios trágicos a lo largo de la historia).


Por supuesto, el trabajo de quienes se encargan de difundir el conocimiento científico y tecnológico no sólo consiste en hacer públicos los avances y los retrocesos; también les corresponde hacerlos accesibles para el entendimiento del grueso de la población que no habla el lenguaje de los especialistas.


Precisamente es ésta la premisa que da origen al término de divulgación tal y como lo conocemos hoy en día: difundir el conocimiento científico y tecnológico entre cualquier audiencia fuera de los círculos académicos tradicionales.


Con el paso de los años y el desarrollo de los medios de comunicación, el divulgador ha empleado todos los medios de comunicación gráficos y audiovisuales posibles, tales como revistas, programas de radio y televisión, obras de teatro y montaje de exhibiciones interactivas. En fechas recientes, y gracias al auge de las nuevas tecnologías de la información, se ha originado un auge de páginas web dedicadas a la divulgación de disciplinas científicas y tecnológicas más específicas e inclusive muchas de ellas dirigidas exclusivamente al público infantil y juvenil, así como de podcasts (cápsulas de radio “caseras” distribuidas libremente por internet) con contenidos similares.


Probablemente, uno de los primeros esfuerzos en materia de divulgación lo constituye la revista estadounidense Popular Science que se publica desde 1872, e inclusive si retrocedemos un poco más en el tiempo, podríamos considerar al astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler como uno de los precursores de la divulgación científica con su obra Somnium, que es un escrito somero y literario de las ideas científica de la época en torno a la naturaleza de la Luna.


En la actualidad, la divulgación de la ciencia y la tecnología estimula el debate y la crítica de las diversas teorías relacionadas con dichas esferas del conocimiento humano, y de este modo contribuye a resaltar su importancia dentro del proceso de la evolución social de la humanidad.

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